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El futuro de la izquierda y de la dignidad humana II (Juan Carlos Monedero)

En el marco de la VIIIº Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales organizada por CLACSO, el pasado martes 20 de noviembre Álvaro García Linera y Juan Carlos Monedero disertaron en una conferencia especial en el estadio de Ferro. Desde Batalla de Ideas transcribimos a continuación sus palabras, esperando que aporten al debate colectivo tanto como nos aportaron a nosotros. Las reproducimos en dos partes separadas, I y II, a fin de hacer más práctica su lectura.

[Juan Carlos Monedero]

Hay una cosa hermosa con el Álvaro y es el optimismo, el optimismo de un pueblo que responde. Miren, hay una costumbre en una parte de la izquierda, sobre todo una izquierda intelectualizada, que cree que es más inteligente y más de izquierdas, cuando un discurso más oscuro y más apocalíptico hace. Y no es verdad. La gente que no abre vías de esperanza está trabajando para el conservadurismo. Decía alguien que un optimista es un idiota simpático y un pesimista es un idiota antipático. Claro, como dice Álvaro, tenemos que hacer buenos diagnósticos y no equivocarnos. Pero en el momento en que entregamos la posibilidad de transformación, nos han derrotado. Las batallas que se han perdido son las que no se dan. Y por lo tanto, cuando captan nuestro imaginario y nosotros interiorizamos ese “no se puede”, nos han derrotado.

Déjenme contarles una historia que le cuento a mis alumnos y que creo que tiene mucho que ver con la tarea de la izquierda. Saben ustedes que Espartaco, que actúa como uno de los referentes de la lucha contra, ni más ni menos, el ejército más poderoso de la época, que era Roma. Espartaco era un hijo, un nieto de esclavos, y de repente lo sacan de la mina porque tenía fuerza, porque se ponen de moda las peleas de gladiadores en ese mundo decadente romano. Y Espartaco está en la escuela de gladiadores de Léntulo y está contento, está contento porque le alimentan mejor, va a poder luchar por su vida…

Pero un día ocurre algo que es esencial en la formación de cualquier persona de la izquierda: y es que se le acerca alguien que no tenía que estar ahí, Craxio, un galo. Que era un esclavo que se había levantado y, en vez de ser crucificado, lo mandan a galeras. Pero como se ponen de moda las peleas de gladiadores, lo sacan de la galera para llevarlo a morir en la arena del circo. Y resulta que ve que Espartaco tiene madera de líder, y un día se acerca a él y le dice: “Espartaco, yo una vez fui libre”. Y Espartaco no entiende ni siquiera el concepto:

– Libre, pero ¿qué quieres decir? ¿Qué significa?

– Que nadie nos mandaba.

– ¿Pero y los soldados?

– Los derrotamos.

– Pero vendrían más soldados…

– Los derrotamos.

– Pero vendría una legión de Roma…

– Los derrotamos.

– ¿Y qué pasó entonces?

– Entonces vivimos un tiempo donde todo era de todos. Y vivíamos en comuna.

Y de repente Espartaco fíjense, que creo que es lo esencial para reconstruir la izquierda, el dolor del latigazo le empieza a saber diferente. ¿Por qué? Porque el dolor se ha convertido en conocimiento, porque el dolor se ha convertido en saber. ¿Y saben de repente qué le pasa a Espartaco? Que ese dolor convertido en conocimiento le activa la voluntad de cambiar. Y ya tenemos tres partes de la ecuación: doler, saber, querer. Y Espartaco se da cuenta de que solo no puede. Y un día después del almuerzo, cuando están los soldados dormitando, reúne a los esclavos y les dice: “mirad a vuestro alrededor y decidme una sola cosa que no hayáis construido vosotros”. Y los esclavos miran a su alrededor y le dicen: “todo lo hemos construido nosotros”. Y les dice: “mirad otra vez a vuestro alrededor y decidme una sola cosa que sea vuestra”. Y los esclavos miran a su alrededor y dicen: “nada es nuestro”. Y entonces Espartaco, retomando una frase del Manifiesto Comunista, dice: “entonces, si todo lo hemos construido nosotros y nada es nuestro, en la revolución no tenemos nada más que perder que nuestras cadenas”.

Entonces fíjense, cuando convence a los esclavos aparece otro elemento, porque ya no está sólo Espartaco. Tenemos ya doler, saber, querer y poder. Y cuando de repente pueden, al final hacen. Y por lo tanto fíjense ustedes: en la transformación social, si no somos capaces de que el dolor nos duela, políticamente, no vamos a transformar las cosas. Y por eso tenemos ahora una tarea especial: no podemos dejarles los medios de comunicación, no podemos dejarles las universidades, no podemos dejarles estos espacios, que ya quisieran ellos tenerlos, porque son nuestros. Son donde encontramos esa posibilidad de convertir el dolor en transformación.

Creo que, en este sentido, para que no ocurra, como decía Álvaro, que ese vapor social, esa indignación, se disipe, necesitamos colocar un instrumento. Y aquí, en CLACSO, hay una discusión que sigue atravesando a toda la izquierda. En mi caso, creo que el Estado es parte del problema y parte de la solución. Creo que hubiera sido imposible sacar a estas millones de personas de la pobreza sin haber tomado la decisión de disputar los aparatos de poder a la derecha. En España, cuando estábamos en las calles con el movimiento de los Indignados, hubo un momento en que les daba lo mismo, ya no les importaba. Y fue cuando entonces decidimos hacer un partido político. Y ahora es cuando les hacemos daño, porque les hemos echado del gobierno de España, del ayuntamiento de Madrid, del ayuntamiento de Barcelona, y ahí, ahí les empieza a doler.

Por tanto debemos ser muy, muy cuidadosos, como dice Álvaro, en el diagnóstico. Porque estamos en una encrucijada, y cuando llegas a una encrucijada es cuando puedes tomar el camino que no es: cada paso te aleja más y más de a donde tú ibas. Creo que es muy importante en el diagnóstico entender que el Estado es parte del problema y parte de la solución. Es parte del problema, y el Álvaro ha leído bien despacio la obra de Bob Jessop, que es un teórico del Estado que dice que nosotros, cuando ganamos unas elecciones, ganamos el gobierno pero no ganamos el poder. Porque el poder está en otro lado. Y ahí nos ayuda Gramsci, a explicarnos que la derecha, cuando está en el gobierno, utiliza el aparato del Estado. Pero cuando no está en el gobierno, sigue teniendo poder: sigue teniendo los bancos, los medios de comunicación, la diplomacia, la jerarquía de algunas Iglesias… Ahí tenemos un problema de fondo, y es ver cuál es el Estado que hemos heredado.

Y ahí aparecen cuatro elementos que los invito a que los reflexionen, porque forma parte de la tarea de la izquierda. El primero tiene que ver con la representación. Es decir, es mucho más fácil que llegue a diputado o a senador un hombre que una mujer, es más fácil que llegue un blanco que un indígena o un negro, es más fácil que llegue un catedrático de derecho que un campesino. Eso hay que revertirlo, ¿y saben quién ha avanzado mucho? López Obrador, poniendo por sorteo (¡por sorteo!) parte de las magistraturas de representación.

Eso tiene sus riesgos, es verdad, pero ¿cómo rompemos doscientos años de influencia de la democracia representativa si no le inyectamos elementos de democracia participativa? En la Comuna de París de 1871 incorporaron el revocatorio de los mandatos, es decir, que la base popular tenga la capacidad de quitar de su puesto a cualquier representante. Y fíjense ustedes que también es muy importante cuando nosotros (y aquí tenemos un dilema, Álvaro) que no sabemos solventar: cuando en primarias elegimos a los cargos públicos, ¿sabéis qué ocurre después? Que esos cargos públicos pueden pretender que el partido no les interesa. Porque como han sido elegidos directamente por las bases, pierden todo tipo de compromiso con el partido. Y ahí nos estamos también equivocando, porque se rompe ese principio que planteaba Álvaro de continuidad. Entonces, fijaos, tenemos ahí un problema grave.

Segundo problema, y este es esencial en América Latina, desgraciadamente, más que en Europa. Aunque ya veremos: porque todo lo que ha pasado aquí, está empezando a pasar allí. El Ejército y la policía son dos cuerpos a los que hemos entregado una misión que ellos leen como “cargada de honor”. Que parece que un panadero no la tiene, ni un zapatero. Pero un policía o un militar sí. ¿Por qué? Porque les hemos entregado la idea de que a ellos les corresponde el honor de salvar a la patria. Y ahí nos encontramos con un problema terrible, porque ¿quién define a esa patria que defienden nuestros policías y nuestros militares? ¿La define el pueblo o la definen unas élites?

Les pongo un ejemplo: en España, hace unos meses, el Secretario General del Partido Popular, de la derecha española que era la mejor amiga de Macri, va a un juicio por robar a los españoles, un juicio de corrupción, y va con la banderita de España en la muñeca. Porque piensan que España les pertenece, igual que pensaban que Bolivia les pertenecía, igual que pensaban que México les pertenece. Y ahí tenemos una definición muy fuerte en la izquierda que de corazón es internacionalista, porque nada de lo humano nos es ajeno. Y cualquier ser humano, si es verdad que es sujeto de dignidad, nos da igual que sea mexicano, senegalés, argentino, de cualquier lugar… forma parte de ese mismo corpus de identidad.

¿Y qué ocurre? Que tenemos nosotros la obligación de recuperar la patria. Tenemos que ser capaces de bucear en la cultura que siempre es popular para decirles que esta policía, y este Ejército, y estos empresarios tienen que ser patriotas. Pero no de su patria, que han definido desde la colonia, sino de una nueva patria. ¿Por qué ha tenido éxito López Obrador? Porque México lo ha entregado a la referencia de los pobres. ¿Por qué tienen éxito Álvaro y Evo Morales? Porque han construido una Bolivia de los pobres. ¿Por qué aguanta Venezuela, con todos sus problemas y contradicciones? Porque el pueblo se identifica con esa patria construida.

Y hay un elemento que me preocupa profundamente, de todos los asuntos que heredamos de los Estados, y tiene que ver con las leyes. Ahora mismo Estados Unidos lleva más de una década que ya no forma militares para torturar y desaparecer a gente. Pero lleva más de una década formando jueces. Jueces como el Juez Moro, que sin ningún tipo de prueba encarcela a Lula con un testigo protegido, por una construcción que viene del Norte, para que no se incorporase ahora a la victoria de López Obrador. Igual que en 2006 le robaron la victoria a López Obrador para que no se incorporase a estos gobiernos de cambio en América Latina. Esas estrategias vienen de los Estados Unidos, e implican que ese Juez Moro, un juez venal, un juez corrupto, después es beneficiado y recompensado y ahora es el Ministro de Justicia y de Interior de Bolsonaro. Una vergüenza, una traición a la democracia.

Por tanto, cuidado. Hoy, juicio de corrupción contra Fernando Haddad. En España intentaron encarcelar a la alcaldesa de Madrid por un contrato de las bicicletas. Están persiguiendo a Rafael Correa, están utilizando el Estado de derecho y nuestra credibilidad para intentar tumbar aquí a Cristina Fernández de Kirchner. Están intentando, con nuestra credibilidad, utilizar malamente un Estado de derecho que se degenera cuando tiene estos comportamientos, para intentar ganar en los tribunales lo que ya no son capaces de ganar en las urnas.

Creo que hay un elemento que para mí es esencial, recurriendo a la historia reciente de América Latina, que tiene que ver con la izquierda. Si me preguntarais cuál ha sido nuestra gran esperanza y nuestra fuerza, ha sido el pueblo en la calle. Y no es retórica, para quedar bien en un congreso, es que en los únicos lugares donde conseguimos cosas es cuando las decisiones de gobierno están acompañadas con el pueblo en las calles, es que no hay otra. Es que los gobiernos reciben muchas presiones, reciben muchas llamadas de teléfono amenazantes, pero si el pueblo está en la calle tienen ahí un elemento de fuerza que es inconmovible. En España nos pasa, no somos capaces de colar una ley si no está la gente en la calle, los pensionistas en la calle.

Termino planteando que para mí la solución tiene que ver con el Partido-Movimiento. Creo que el gran fracaso, cuando podemos hablar de fracaso, porque estoy de acuerdo con Álvaro: todo lo mejor de nuestras sociedades que nadie nos lo robe, todo lo mejor lo ha traído la izquierda. El voto, la igualdad, los cuidados, atender a nuestra gente, la paz, que los niños estudien, comer tres veces al día, son logros de la izquierda, que nadie os quite la alegría diciendo que la izquierda ha fracasado.

Hay un elemento que para mí es esencial, y que sutura todas estas contradicciones. Álvaro tiene un libro que para mí es de los más importantes que se han escrito en la ciencia política. Porque él establece desde su fortaleza intelectual, pero también desde su experiencia política, que estamos cabalgando contradicciones. Que mientras se establecen nuevas certezas vamos a tener que ser como la luz, al tiempo onda y partícula. Vamos a tener que ser racionales y pasionales, masculinos y femeninos, vamos a consumir pero también a ser ecologistas, vamos a ser locales y globales. Y la única manera –y esto que os digo para mí es lo más importante que puedo compartir de mi experiencia intelectual y de mi experiencia política-, la única solución, en el siglo XXI, a todas estas contradicciones es la misma que tenemos en el cerebro para pensar: en el cerebro no hay ninguna neurona que dice “yo soy la chief executive”, no hay ninguna neurona que diga que es la “jefa”, y entonces, ¿cómo funciona el cerebro? Por un intercambio constante, a más de ochenta billones de sinapsis constantemente intercambiando información.

La solución a todas estas contradicciones que vamos a tener que cabalgar, y que si nos equivocamos nos las van a hacer pagar a sangre y fuego, es intercambio de información. Y los partidos políticos, que se convierten en transmisores del gobierno o del Parlamento, pierden no por falta de voluntad, sino porque no tienen tiempo, la posibilidad de escuchar al pueblo ahí abajo. Estoy convencido de que los problemas que hay ahora mismo en Ecuador –bueno, me modero porque tengo una autoridad sentada aquí conmigo-. El comportamiento que podemos criticar de lo que vemos en Ecuador, creo que hubiera sido imposible si hubiera funcionado bien el Partido. Los problemas que hemos visto en otros lugares de América Latina se hubieran solventado si el Partido fuera un Partido-Movimiento, donde realmente tuviéramos una pierna en las instituciones y otra escuchando a la sociedad civil. Y el Partido se tiene que convertir en el propio crítico del Parlamento, en el propio crítico del gobierno, porque las críticas que no hacemos nos vienen de vuelta por la canalla, que va a intentar utilizarlas para sacarnos de los gobiernos.

Comunes viene de communis, communis es lo contrario de immunis, immunis es lo que no te afecta, y común es lo que te afecta. Si hay algo que me emociona en América Latina, es ver la solidaridad entre los pobres. Me he emocionado hace una semana cuando esa caravana que sale de Centroamérica por culpa de ese golpe que dieron a Mel Zelaya, por culpa del golpe que dieron los Estados Unidos, cuando esa caravana llega al sur de México, la gente más pobre de México le da lo poco que tiene a esos otros pobres. Esa solidaridad solamente se da entre los pobres.

Y termino. Fijaos, que creo que es muy relevante, y eso nos compete absolutamente a todos nosotros. No tenemos la alternativa, pero cada comportamiento de todos los que estamos aquí, cada comportamiento que hagamos, tiene que anticipar ese mundo que queremos. Eso es ser de izquierdas. Que cada cosa que hagamos, en nuestro comportamiento con los demás, con nuestra pareja, con nuestros amigos, con la gente que nos atiende en el trabajo, con cualquier persona en nuestra vida cotidiana, anticipe ese mundo que queremos. Y eso nos corresponsabiliza: no le entregamos la obligación ni a un partido, ni a un liderazgo, sino que nos corresponde a nosotros. Y si cada uno de nosotros nos comportamos en todos los ámbitos de nuestra vida con decencia, pensando que ese comportamiento está anticipando ese mundo que queremos, estaremos trayendo a la izquierda.