Por Nicolás Fava
Pensamiento crítico y educación en el último discurso del mayor líder político de Brasil
Ese sábado (7), antes de atravesar el escudo humano que lo defendía para salir de la sede del Sindicato de Metalúrgicos en São Bernardo do Campo y entregarse a la policía, Lula pronunció un no muy extenso discurso ante la multitud[i]. La crónica periodística resaltó muchas cosas de un momento que ya pareciera reservarse un lugar en la historia. Uno de sus temas fue la educación, aunque poco se habló de ello. Este artículo analiza el discurso desde esa perspectiva; Lula tiene una rica concepción de la educación que vincula una larga experiencia de pedagogía popular con un fuerte compromiso por la educación pública. Sus reflexiones sirven para distinguir educación pública y popular, así como para pensar qué es lo esencial cuando hablamos de educación o formación ciudadana.
Antes de declarar que aceptaría ir a prisión, el ex-Presidente rememoró su experiencia sindical, agradeció uno por uno a los políticos de diversas organizaciones que lo acompañaban y presentó especialmente a las figuras de izquierda más jóvenes, por fuera del PT, con intenciones de disputar la presidencia: Manuela D´Avilia, del Partido Comunista de Brasil, y Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad; nombrándolos reiteradamente, con gran generosidad, como si fuera un diálogo con el futuro, marcando así su esperanza en la nueva generación. Además, logró bosquejar algunos ejes programáticos para un futuro gobierno popular en Brasil: constituyente, regulación de los medios y la banca, promoción de la agricultura familiar, defensa del petróleo. Podría haber hablado de muchas cosas más, despotricado contra sus persecutores, explicado la infamia de su condena con detalle. Se limitó a seguir demandando pruebas. «Ciertamente un ladrón no estaría exigiendo pruebas». Podría haberse mostrado muy enojado, pero se lo veía muy alegre. Podría haber hecho un discurso revanchista. Es el mayor líder del gigante Latinoamericano, con grandes organizaciones políticas dispuestas a defenderlo. Podría haber incendiado Brasil. Como perseguido político, podría haber optado por pedir asilo y refugiarse en alguna embajada. Pero decidió someterse a la ley de su país.
Con su gesto demostró tener no solo más legitimidad democrática que sus persecutores, de los cuales casi ninguno ha sido elegido por el pueblo, sino también más autoridad republicana que aquellos que hablan en nombre de las leyes. El candidato de la derecha que sigue a Lula en las encuestas es Jair Bolsonaro, diputado neofascista defensor de la dictadura militar que en la sesión que destituyó a Dilma dedicó su voto al General que la había torturado[ii]. El miedo a Lula es el miedo a que el miedo cambie de bando. A que el pueblo recupere su autoestima y decida parar la persecución de los negros, el congelamiento de la inversión social, la reforma laboral y la militarización de los barrios. Varios militares amenazaron con un golpe de Estado y un baño de sangre si Lula quedaba libre. No defienden la Constitución ni persiguen la corrupción, como dicen. El mayor peligro, para ellos, no es que un corrupto (al que se le adjudica la propiedad, nunca probada, de un departamento, basándose únicamente en la «convicción» de un fiscal) quede impune. Cualquiera preferiría un culpable suelto a miles de inocentes muertos. De eso se tratan las garantías, los principios procesales, derechos sistemáticamente avasallados en el caso Lula.
Como diría Agamben, Lula es el protagonista central de la agonía de la institucionalidad y la paulatina instauración de un Estado de Excepción devenido en regla en Brasil, que explora en su propio cuerpo los límites entre la democracia y el absolutismo[iii].
Adolfo P. Esquivel postuló a Lula al Premio Nobel de la Paz. En su carta, hace hincapié en las 30 millones de personas que su gobierno sacó de la pobreza[iv]. Esas son las personas que generan tanto miedo en los privilegiados. La gran amenaza que produce esta «revuelta de los incluidos» que quiere a Lula fuera del juego democrático. Sin querer queriendo, el cronista argentino Rolando Graña, apostado en las puertas del Sindicato, hizo la mejor descripción: «Acá nadie maneja nada, esto es un quilombo». Claro, ni siquiera Lula es completamente dueño de la idea que representa. «El problema de este país no se llama Lula, el problema de este país son ustedes». Se estaba produciendo una forma de democracia real, concreta, de expresión de la voluntad popular, que a algunos pone muy nerviosos.
En este cuadro se condensa el núcleo del problema de la educación: ¿se trata de una idea de orden o de emancipación? Quilombo viene precisamente de las comunidades políticas de los esclavos fugados de las fazendas. Se comparó a Lula con Mandela[v] y con Espartaco[vi]. Mejor hubiese sido la analogía con Zumbi dos Palmares, histórico líder esclavo de Brasil.
Finalmente, Lula eligió beber la cicuta. ¿Por qué lo hizo? Cualquiera de nosotros, ¿qué hubiera hecho? ¿Qué sabe él que nosotros no sabemos? ¿Qué siente que no podemos sentir? Las razones no deben buscarse en la enseñanza pública, de la que Lula fue privado, sino examinarse en función de su educación popular. El tema atravesó toda su alocución y no ha sido destacado en general por los medios. Lula es el primer Presidente del país sin título universitario. Encarna en cierta forma el ideal democrático. La idea de que un obrero metalúrgico, que en su niñez solo podía soñar con manejar un camión, puede llegar a ser Presidente. Algo casi impensable en nuestras frágiles democracias, donde formalmente todos somos iguales, pero algunos más iguales que otros. Lula no solo representa, como dirían los sociólogos, la legitimidad de origen del gobierno. Accedió democráticamente al poder pero también es un ejemplo de gobierno democrático. Platón fue de los primeros que se preguntó quiénes deberían gobernar. Se contestó «los filósofos». La pregunta siguió resonando en toda la historia de la democracia. ¿Quiénes son filósofos? ¿Los expertos? ¿Los que más saben qué? Nos enseñan que Filosofía significa amor por el saber, pero, ¿por qué ponemos el acento en el saber? Rara vez los profesores nos explican esa parte del amor. En una entrevista cuando todavía era Presidente, Lula dijo:
El mejor ejemplo de gobernanza no lo sacás de un libro, lo sacás de una madre. Ella siempre va a cuidar al que está más debilitado. Si tuviera que dar un pedacito de carne más, ella dará al más debilitado. Si tuviera que dar una mamadera más, ella daría al que está más debilitado. Ella adora a todos, ella ama a todos. Pero aquel debilitado, que no es el más bonito, que no es el más inteligente, es el más necesitado. Y ese es el espíritu de madre. Yo confieso que gobierno el país con espíritu de madre. O sea, tenemos que cuidar de las personas más pobres. El rico no necesita del Estado. Esa la verdad [vii].
Tiene claro que no llegó ahí por un error de la matrix, sino por la acción en la historia de un sujeto social que cuando se organiza puede torcer el rumbo de los acontecimientos: el proletariado. No en vano eligió la sede del Sindicato que lo vio nacer a la vida política para hacer su último –hasta ahora- gran discurso público. Sin título más que el de tornero mecánico, pero comprometido con la educación y con gran experiencia en educación popular, es a todas luces un ejemplo viviente de lo que Freire llamó «pedagogía del oprimido».
Yo nací en este sindicato. Cuando yo llegué aquí este sindicato era un galpón. Este predio fue construido recién en nuestra dirección. Aquí, para que ustedes sepan, yo fui Director de una Escuela de Formación, que tenía 1.800 alumnos. […] Este sindicato fue mi escuela. Aquí aprendí sociología, aprendí economía, aprendí física, química. Y aprendí a hacer mucha política, porque en el tiempo en que fui presidente del Sindicato, las fábricas tenían 140 mil profesores que me enseñaban cómo hacer las cosas: Cada vez que tenía una duda, iba a las puertas de las fábricas a preguntar a la peonada cómo hacer las cosas en este país. Ante la duda no erres, ante la duda preguntá. Y si vos preguntás, las chances de acertar son mucho mayores.
Para ser más explícito, comenzó su discurso con una anécdota de la gran huelga de 1980:
[En 1979] conseguimos hacer un acuerdo con la industria automovilística que fue tal vez el mejor (…) Pues bien, comenzamos a poner el acuerdo para votación y 100 mil personas en el Estadio de Vila Euclides no aceptaban el acuerdo. Era lo mejor posible (…) Pero los obreros estaban tan radicalizados que querían 83 o nada. Lo conseguimos. Y pasamos un año siendo llamados rompe huelgas por los trabajadores. (…) nos tomó un año recuperar nuestro prestigio en la categoría. Y me quedé pensando con aires de venganza: Los trabajadores piensan que pueden hacer 100 días de huelga, 400 días de huelga, que ellos van hasta el fin. Pues voy a probarlos en 1980. E hicimos la mayor huelga de nuestra historia, 41 días de huelga. A los 17 días de huelga fui detenido y los trabajadores comenzaron a romper la huelga después de algunos días. (…) (Los Doctores) iban a la cárcel y me decían: Lula usted tiene que acabar con la huelga, tiene que aconsejarles para acabar con la huelga. Y yo decía: No voy a acabar con la huelga. Los trabajadores van a decidir por su cuenta. (…) El dato concreto es que nadie aguantó 41 días porque en la práctica el compañero tenía que pagar al leche, tenía que pagar la cuenta de luz, tenía que pagar el gas, la mujer comenzó a reclamar el dinero para el pan, entonces él comenzó a sufrir la presión y no aguantó. Pero es chistoso porque en la derrota ganamos mucho más sin ganar económicamente. Significa que no es el dinero que resuelve el problema de una huelga, no es el 5%, no es el 10%, es lo que está metido de teoría política, de conocimiento político y de tesis política en un huelga.
Ya en 1964, John William Cook apuntaba una célebre frase en el mismo sentido dirigida a la militancia peronista[viii]: «la teoría política no es una ciencia enigmática cuya jerarquía cabalística manejan unos pocos iniciados, sino un instrumento de las masas para desatar la tremenda potencia contenida en ellas». El desarrollo del pensamiento crítico a lo largo de la historia no recorrió un camino llano. Se las tuvo que ver con las policías y los fiscales del conocimiento, y del sistema judicial, pagando el derecho a pensar libremente con la tortura, la cárcel y la muerte. «Eppur si muove», alcanzó a decir Galileo en el último aliento de rebeldía. «Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla», dijo Bruno a sus inquisidores antes de ser quemado vivo. El Fiscal que acusó a Gramsci lo dejó en claro: «Debemos impedir que este cerebro funcione por 20 años». Ni Marx fue admitido para enseñar en la Universidad. Más acá, corrieron la misma suerte teóricos de la talla de Mariátegui. García Linera pudo estudiar El Capital en la cárcel porque los ignorantes penitenciarios pensaron que era un libro de gestión empresarial[ix].
Creer que los grandes avances de la humanidad surgen de los laboratorios o las torres de marfil de las academias es un equívoco, como lo es suponer que el progreso social viene atado al ánimo de lucro y el egoísmo que propugnan los propagandistas del capitalismo[x]. Errejón señaló recientemente que necesitamos una teórica política «anfibia»; que se esfuerce al mismo tiempo por el rigor intelectual y el compromiso político, aunque sea el camino más sacrificado:
no es rentable en la política dedicarle demasiado tiempo al trabajo intelectual, y no es demasiado bien visto en la academia tener compromiso político. Y sin embargo las mejores obras del pensamiento político a lo mejor no pasarían los requisitos para publicar en una revista académica. Y son las mejores. (…) Si uno solo hace política puede acabar atrapado en la coyuntura, en la semana, en el tacticismo inmediato (…) y por tanto nunca puede imaginar que las cosas pueden ser radicalmente diferentes de como son hoy (…). Si, por el contrario, uno se dedica solo a una reflexión teórica exclusivamente abstracta o especulativa tiene el riesgo siempre de poder permitirse elaboraciones más bellas que nunca tendrán que confrontar con la realidad[xi].
La reivindicación de Lula no se limita a una sola, o a su propia forma de acceder al saber. No es un defensor de la «universidad de la calle» frente a la supuesta «alta» cultura. Es un crítico furibundo de una forma elitista de educación. Por eso también defiende la educación formal, siempre y cuando sea para todos. Su gobierno creó más universidades y escuelas técnicas en Brasil que las que se hicieron en toda la historia del país hasta 2002.
Este país es tan necio que fue el último en tener universidades. ¡El último! Todos los países más pobres tuvieron universidades antes, pero ellos no querían que la juventud brasilera estudiase. Y decían que costaba mucho, hay que preguntarse cuánto costó no crear universidades 50 años atrás. (…) Quiero que sepan que tengo mucho orgullo, mucho, profundo, de haber sido el presidente de la República que creó más universidades en la historia de este país para mostrar a esa gente que no confunda inteligencia con cantidad de años en la escuela, eso no es inteligencia, es conocimiento. Inteligencia es cuando tenés un lado, inteligencia es cuando no tenés miedo a discutir con los compañeros cuáles son las prioridades.
Para Rafael Correa, la explotación y la discriminación institucionalizada se trata en gran parte de un problema cultural, y no sólo económico o de falta de recursos: «Nuestras élites tal vez nos van a apoyar, algunas élites compasivas, de buen corazón, si les damos mejores colegios a los hijos de sus empleadas domésticas, ¡pero van a hasta matarnos si les damos los mismos colegios que a los hijos de la élites!»[xii].
De seguro el caso judicial que envuelve a Lula será estudiado en las universidades de Derecho del mundo como ejemplo de cómo el ideal de justicia puede ser pervertido por los sistemas judiciales para poner las leyes al servicio de los más poderosos. A esta judicialización de la política se la ha denominado recientemente lawfare o “guerra jurídica”[xiii]. Es el modo en que la actualidad el imperialismo interviene en nuestras débiles democracias, conjugando la acción de las corporaciones mediáticas y judiciales. Poderes que no son elegidos democráticamente condicionan la vida de las personas y de los pueblos. No es nuevo que el poder judicial esté en mano de los sectores privilegiados de la sociedad. Son los primos pobres de la oligarquía, como diría Jauretche. Pensado en su origen como un poder contra-mayoritario, el poder judicial ha servido no pocas veces para contener el avance de las mayorías y en nuestro continente respaldar el accionar de las dictaduras, otorgando legitimidad a sus políticas genocidas. Por eso comúnmente cuando los dictadores llegan al poder disuelven los parlamentos, pero no los tribunales. En cambio, donde se producen revoluciones que se proponen cambiar la estructura del sistema, se reforma también el poder judicial, ya que de nada vale tener perfectas leyes sin jueces y fiscales comprometidos a aplicarlas. No casualmente de los procesos populares iniciados en Latinoamérica recientemente se sostienen los de Bolivia y Venezuela, mientras que los que apostaron a reformas más tímidas fueron desplazados, con gran participación judicial. Del carácter clasista y elitista de estas instituciones, también da cuenta el discurso de Lula:
Yo soñé que era posible tomar a los estudiantes de la periferia y colocarlos en las mejores universidades de este país, para que no tengamos jueces y fiscales solamente de la élites. Para que tengamos jueces y fiscales nacidos en la favela, nacidos en la periferia. (…) El Ministerio Público es una institución muy fuerte. Por eso esos chicos que entran muy jóvenes, hacen un curso de Derecho y después cursan tres años porque el padre puede pagar, esos chicos necesitan saber un poco de la vida, un poco de política para hacer lo que ellos hacen a la sociedad brasilera.
Es una clase magistral de ciudadanía que debería ser analizada también en las cátedras de pedagogía y formación ciudadana de nuestras escuelas y universidades. En resumidas cuentas, una gran clase de filosofía. Pero… ¿Lula, filósofo? ¿Un viejo barbudo que no escribe nada y se empeña en hablarle en la calle a los jóvenes para convencerlos de que no confíen en las ideas impuestas por el poder? Fernández Liria dice que la filosofía consiste en explicar «lo muy interesante que es lo desinteresado». Que hay algo más importante que los intereses e incluso que la vida, y es aquello por lo que merece la pena estar vivo. A eso, los filósofos lo suelen llamar dignidad.[xiv] Al igual que Sócrates, Lula puede mirar a la cara a sus persecutores y decirles: aquí estoy para que me condenen. Voy a perder la libertad, pero ustedes van a perder algo más importante que eso. «Voy a salir con la cabeza erguida y el pecho en alto porque voy a probar mi inocencia».
Los dueños del poder no escatiman esfuerzos cuando se trata de estigmatizar a los líderes populares como charlatanes que seducen a las masas con discursos alejados de la verdad o la «cientificidad». Emparentan así a estos con sofistas que utilizan las palabras instrumentalmente para acaparar poder. Algunos de ellos, como Lula, son verdaderos filósofos. De los que hacen teoría a partir de la experiencia con sus pares y están dispuestos a arriesgar el pellejo para demostrar sus verdades. Su lengua no es la hiedra venenosa que produce urticaria a los beneficiarios de las injusticias, sino apenas la hoja de un árbol con infinitas ramas y raíces hundidas en la profundidad de la historia. Ese árbol, que emparenta a Lula con Espartaco o Zumbi, Mandela o Sócrates, seguirá estando ahí. Llegará el otoño, el invierno, o haremos florecer la primavera.
[i] El discurso completo de Lula en castellano puede leerse en: https://www.brasildefato.com.br/2018/04/07/lea-el-discurso-completo-de-lula-en-sao-bernardo-do-campo/
[ii] TeleSURtv (20-03-2016). Diputado dedica su voto de sí al «Impeachment» al torturador de Roussef. (Video). Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=7lQULX7-7WU
[iii] Ver Agamben, Giorgio. (2004). Estado de Excepción. Buenos Aires. Adriana Hidalgo editora.
[iv] Para firmar la petición en la plataforma Change.org creada por Pérez Esquivel para nominar a Lula al Premio Nobel de la paz se puede ingresar en: https://www.change.org/p/premio-nobel-de-la-paz-para-lula-da-silva-pr%C3%AAmio-nobel-da-paz-a-lula-da-silva-nobel-peace-prize-to-lula-da-silva-friedensnobelpreis-an-lula-da-silva-premio-nobel-per-la-pace-a-lula-da-silva
[v] Trotta, Nicolás. Página 12 (28-01-2018). «Lula es único como Evo y Mandela». Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/92115-lula-es-unico-como-evo-y-mandela
[vi] Granovsky, Martín. Página 12 (06-04-2018). «El desafío de los esclavos». Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/106108-el-desafio-de-los-esclavos
[vii] Canal Encuentro (24-05-2011). Presidentes de Latinoamérica: Lula Da Silva I. (Video). Disponible en: https://youtu.be/chpcJ7nSUMs
[viii] Cook, John W. (1964). Apuntes para la militancia. Disponible en: https://www.marxists.org/espanol/cooke/apuntes.htm
[ix] Editorial Traficantes de Sueños. (18-04-2015). Álvaro García Linera y Antonio Negri: «Forma valor y forma comunidad» y «El poder constituyente». (Video). Disponible en: https://youtu.be/ZhSUlHIBPQ0
[x] Majfud, Jorge. Página 12 (4-08-2017). ¿Realmente le debemos la modernidad al capitalismo? Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/54309-realmente-le-debemos-la-modernidad-al-capitalismo
[xi] Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. (6-4-2018). Conferencia «Pueblo y Populismos». (Video). Disponible en:
[xii] Ignacio Avetus (24-04-2018). Doctorado Honoris Causa a Rafael Correa de parte de la UMET-Argentina. (Video). Disponible en: https://youtu.be/DLNPBY-ndXA
[xiii] Sader, Emir. Página 12 (14-10-2017). La guerra jurídica. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/69019-la-guerra-juridica
[xiv] Sofía Filia. (30-09-2015). Filosofía. (Video). Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=SUifwspnGBY&t=2s
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