Al sur del municipio de Ayala, las fuerzas insurgentes disputaban, palmo a palmo, el control territorial a los chacales del orden. El «Ejército Libertador del Sur», conformado por campesinos y campesinas sin tierra y de las comunidades indígenas, aterrorizaba a los latifundistas y las oligarquías nativas. Las y los insurgentes liderados por Emiliano Zapata, mestizo de raíz náhuatl, se proponían, tal como planteaba en su programa -el «Plan de Ayala-, la devolución de las tierras que habían sido usurpadas a los pueblos y comunidades campesinas e indígenas y la lucha por la propiedad comunal de las mismas.
Este programa tuvo su punto de mayor cristalización en la Comuna de Morelos, que entre 1915 y 1916, practicó una forma de gobierno donde sus funcionarios recibían las mismas remuneraciones que el resto de les trabajadores de la comuna, teniendo que sesionar en asambleas públicas donde debían rendir cuentas a la comunidad por sus decisiones, y siendo revocables por la misma comunidad que les había elegido para cumplir funciones.
El 10 de abril de 1919, en el poblado de Chinameca, se había pactado una reunión entre un coronel que estaba bajo mando del constitucionalista Pablo González, Jesús Guajardo y Zapata. La cita se debía a que Guajardo había planteado su ruptura con Gonzalez y el constitucionalismo, para unirse a las fuerzas de Zapata. El Ejército Libertador del Sur, frente a esta supuesta abdicación, exigió pruebas que así lo confirmaran, ante lo cual el coronel en rebeldía mandó a fusilar a 50 soldados federales. Se acordó que la reunión fuera en la Hacienda de Chinameca; Zapata acudió con una escolta de tan solo 100 milicianos.
La traición marcaría un fatídico día en sus crónicas universales; Zapata y sus escoltas ese 10 de abril serían víctimas de una emboscada, planificada durante meses por las fuerzas del ejército federal, el constitucionalista González y su chacal Guajardo, poniendo fin a sus hazañas. La revolución mexicana era definitivamente interrumpida.
Su nombre, cien años después, se sigue susurrando en las profundidades del sur de México. En las luchas de las sin tierra de toda Nuestra América. En quienes siguen luchando por el respeto a nuestras comunidades originarias. En la experiencia de autogobierno de la Comuna de Morelos podemos encontrar, además, un valioso antecedente para nutrir la necesaria construcción de poder popular organizado, en el horizonte de superar al Estado capitalista, basado en la expoliación de nuestra riqueza y la alienación de nuestra capacidad de gobernarnos y escribir la historia.