Por Martín Ogando
Cada 1° de Mayo los trabajadores y las trabajadoras celebramos nuestra historia. Recordamos a esas figuras épicas que, en blanco y negro, lejanas, tan distintas a nosotros y nosotros, nos recuerdan sin embargo que sin ellas no tendríamos derechos, ni sindicatos, ni nada. Alguien los llamará mártires, y nos contará que cayeron peleando por la jornada de ocho horas. Y la imagen nos recordará que, para el poderoso, el reclamo de justicia será siempre peligro terrorista, subversión, escoria a disciplinar. Y entonces algunas cosas, algunas luchas, no nos parecerán tan lejanas.
Alguna recordará que Argentina fue el único país de América Latina en el que se celebró el 1° de Mayo, allá por 1890. Todo un símbolo de la temprana y potente organización de nuestra clase trabajadora. Y entonces sentiremos orgullo, y hasta un paradójico pero bienintencionado «brote nacionalista», enamorados y enamoradas de esos gringos anarquistas, socialistas, sindicalistas revolucionarios, que con sus «ideologías foráneas» construyeron la Argentina.
Alguien más, nos recordará que un 1° de Mayo la CGT de los Argentinos dió a conocer su programa histórico, en aquel periódico dirigido por Rodolfo Walsh. Alguno, un poco más picante y peleador, nos recordará que en esa misma fecha, pero de 1974, Perón echó de la Plaza de Mayo a la imberbe juventud.
Imágenes de documental, fotos en blanco y negro, épicas y liturgias que tal vez no son ya las de nuestra clase. Y sin embargo están ahí, inspiran. ¿O no hay acaso algo de esa épica de los primeros organizadores del movimiento obrero presente en los compañeros y compañeras que construyen la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP)? ¿No son ellas y ellos «anarquistas del siglo XXI»? ¿O no es hoy el feminismo, con sus paros internacionales, uno de los más potentes movimientos de renovación de la clase trabajadora realmente existente? ¿Y no hay algo de toda esta historia en nosotros y en nosotras, cuando salimos una y otra vez a la calle, cuando vamos al Congreso y nos plantamos frente a la reforma previsional de los neoliberales? Y ahí, pasado y presente se cruzan, se mezclan, se hablan.
El 1° de mayo las y los laburantes nos auto-reconocemos, nos saludamos y nos celebramos. Es uno de esos pocos días en que, apenas con un pequeño saludo, un simple «feliz día», nos damos cuenta de que somos la inmensa mayoría. Somos nosotros y nosotras. No la estamos pasando bien, pero somos un hueso duro para este gobierno de empresarios. Y lo somos, en parte, por esta historia, y porque con ella somos capaces de construir otro futuro.
Por eso es tan importante que este 1 de Mayo celebremos con los trabajadores y trabajadoras de la economía popular, que van camino a la fundación de su sindicato. Porque mientras un sindicalismo del siglo XX está en crisis, otro emerge y se consolida. Porque mientras haya explotación, habrá lucha, y mientras haya lucha nuestros sueños serán sus pesadillas.
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