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Buenos Aires: La presidenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Marta Vásquez, falleció esta madrugada a los 90 años, en el Sanatorio Anchorena, donde estaba internada desde hacía unos días, confirmó a Télam Taty Almeida, también dirigente de la entidad. Foto: Archivo/ Fernando Gens

FMI, O EL COSTO DE NUESTRAS VIDAS. Reflexiones psicopolíticas desde el feminismo popular

Buenos Aires: La presidenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Marta Vásquez, durante la represión de diciembre de 2001. Foto: Archivo/ Fernando Gens

[Por Diana Broggi*]

Cuando sube el dólar, hay una alerta social como reflejo automático. Es la evidencia de que algo no está bien; cualquiera puede percibir eso y el efecto mediático se propaga. El dólar es mucho más que una moneda extranjera, el dólar representa lo que en el campo de la psicología institucional llamamos «analizador» o «síntoma» en psicoanálisis y su clave es política.

Si el analizador emerge, la tendencia es a dar respuestas inmediatas para acallarlo y amortiguar sus efectos. En la táctica de Cambiemos, el anuncio de volver a endeudarse con el Fondo Monetario Internacional evidenció su rasgo perverso, que no es un dato nuevo en la política económica de nuestro país en sus manos, sino más bien una continuidad y clave distintiva para caracterizar al macrismo, al mismo tiempo que teje una maniobra de «enfrentar el problema» desde un «hacemos lo que hay que hacer para recuperar la capacidad de soñar, de crecer».

Esto es lo perverso. La creación de otros códigos, otra legalidad, en el intento de instalar con éxito en nuestro país un registro simbólico que se contrasta y desmiente todo el tiempo con la realidad material, pero aun así aparece sostenido, controlando y ejerciendo el poder de las decisiones más importantes. Eso que muchos/as visualizamos como un «insulto a nuestra inteligencia» es la eficacia de los CEOs, los grupos de poder económico que, lejos de las caricaturas, debemos identificar en fino para evidenciar cómo articulan eficazmente el contenido discursivo de esperanza, de sueños, de crecimiento de un país, mientras se lo condena a la dependencia estructural con el endeudamiento y el ajuste a su pueblo.

¿Cuál es el costo en nuestras vidas? Más violencia, más desigualdad, más caídas bajo la línea de pobreza. En la realidad material se fricciona todo esto: paritarias a la baja, tarifas aumentadas, inflación galopante, despidos en el ámbito público y privado. Nuestros cuerpos en la resistencia cotidiana y la feminización de la pobreza. El efecto directo, sin mediaciones discursivas, está todos los días en la angustia por lo que no alcanza, en el cansancio vital por las horas trabajadas en climas de precariedad y violencia laboral, en la perplejidad frente a quedarse sin laburo, en el miedo a perderlo y en el burn-out (síndrome del quemado) generalizado y naturalizado para sostener el trabajo.

FMI y las caras de una moneda insostenible, mientras debatimos la legalización del aborto en la Argentina, el sistema de salud y educación pública sufren recortes y vaciamientos permanentes que la inhabilitan de hecho.

FMI y la apuesta disciplinadora tensionada en un clima de inestabilidad social (o el temor a las luchas) para las “futuras” inversiones. La coexistencia de avances del movimiento de mujeres y feminista y el retroceso económico/material de nuestras vidas, no es una incompatibilidad de registro, son parte de un mismo terreno en disputa y necesitamos seguir profundizando las coordenadas del 8M para articular en una misma estrategia las salidas populares y la construcción de una alternativa política atravesada y transformada por el feminismo.

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SINTONÍA GRUESA: #NoNosCallemosMás

El clima social suele caracterizarse en base a la inestabilidad que temen los inversores, basada en la reacción popular en las calles, la movilización y la imagen mental del helicóptero desde la rosada como escena temida. Pero la caracterización del clima, del humor social, es más compleja. Y para sumar elementos a ella es preciso apuntar que en la paciente construcción de la resistencia al neoliberalismo conviven los efectos de sus políticas trazando perplejidad, incertidumbre y desconfianza en la subjetividad popular.

Hay dos planos que es preciso hacer dialogar: tienen que ver con la materialidad de la vida, por un lado, y la subjetividad popular, por otro. Luego de las elecciones en 2017, para intentar explicar y analizar el triunfo electoral del macrismo, había quienes hablaban de esto en términos del «efecto heladera» vs. «efecto tv». Algo de eso hay, pero la complejidad de la trama social nos obliga a precisar un poco más.

Muchas veces se habla de lo «subjetivo» como algo meramente individual, personal, y se refiere a ello equívocamente, porque no existe una subjetividad que pueda aislarse de la cultura y la vida social, como tampoco existe una cultura que pueda aislarse de la subjetividad que la sostiene. La subjetividad es cultura singularizada tanto como la cultura es subjetividad, objetivizada ésta en los productos de la cultura, las formas de intercambio y las relaciones sociales concretas que la sostienen, pero también en las significaciones y los sentidos que organizan la producción cultural (Galende).

De forma que una tarea ineludible consiste en munirnos de herramientas para repensar la subjetividad de nuestra época, y en particular comprender esta dinámica existente entre lo que se produce culturalmente, lo que se hace colectivo y lo que desde allí se singulariza y se plasma en el quehacer concreto de cada persona: qué piensa o no piensa, qué está dispuesto/a hacer o no, qué elige hacer y qué no, etc. Comprender la subjetividad que produce la era del macrismo en la Argentina implica movernos en la clave de las trampas individuales frente a lo colectivo, pero sin dejar de tener en cuenta que el terreno de la singularidad, mal que nos pese, es la clave del éxito de una fórmula individualista que exalta los méritos y los recorridos propios del «sálvese quien pueda» neoliberal.

Hay dos conceptos interesantes que podemos sacar del consultorio psi para pensar en revertir estos efectos sin caer en lo reactivo, para que así los reflejos en la resistencia sean eficaces. Uno es el de estructura de demora o la capacidad de espera, como rasgo clave en la elaboración de respuestas sociales con otro ritmo. Un ritmo diverso, que puede ser el de los cacerolazos del 2001 por ejemplo, o las salidas nocturnas y masivas en la noche de la reforma previsional. Un tiempo que es otro, comparado a la primera línea de fuego que puede ocuparse desde los sectores organizados, un tiempo que va a contramano del todo-pronto-ya de nuestra época, y puede generar iniciativas poderosas en términos de procesos sociales. El feminismo es escuela de esto: con paciencia histórica y radicalidad orientada ha sabido construir las avenidas más anchas desde las cuales transitar cambios en acción y en perspectiva.

El otro concepto es el de distancia óptima, que en el consultorio tiene que ver con el manejo de la identificación con la situación y lxs sujetxs involucrados, el tener suficiente distancia para poder intervenir y no sobreidentificarse o eventualmente paralizarnos o adormecernos. En la escena política en la que nos encontramos, la distancia es algo difícil porque podría rozar la indolencia; sin embargo, para sintonizar con lo grueso de la construcción subjetiva de este escenario actual es necesario distanciarse saludablemente de las impresiones y los diagnósticos de espanto que refuerzan respuestas posibilistas.

Hoy es evidente que recurrir al FMI implica objetivamente un quiebre político de hecho. El macrismo no va a frenar las negociaciones en estas semanas y se apresura por construir un relato de necesidad y urgencia.

En este marco, proponer un #NoNosCallemosMás (consigna feminista de visibilización de la violencia machista) frente al macrismo es promover la puesta en primer plano del desgaste material de todo, es la evidencia de la precarización de la vida que conjuga lo concreto del mango que no alcanza con la violencia estructural en todos los planos. Es gritar cuánto implica el ajuste en la materialidad de nuestras vidas, es salir a organizar los cuerpos desde esa conciencia.

Si el dólar funciona como emergente simbólico, podemos aprender y transitar el registro de todos los síntomas del campo popular, darle lugar a la indignación que se elabora a veces en soledad o en silencio pero puede producir despertares concretos. Una vez más, el feminismo como ejemplo de la forma en la que se canalizan las opresiones más indecibles, es hoy mucho más que un fenómeno sectorial.

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PUESTOS DE LUCHA

La historia de lucha del pueblo argentino posee marcas muy profundas y un ejercicio de memoria activa que también se ha instalado en la médula de una identidad nacional y popular. Hoy las abuelas y las madres representan la fuerza organizada y persistente, más allá de todo pronóstico y dificultad.

Las marcas indelebles del 2001 conviven con una pregunta pendiente en torno a la representatividad, hay una foto de los liderazgos populares que se encuentra abierta cual grieta a transitar. Una imagen históricamente fragmentada en la traducción política de los movimientos populares se encuentra hoy progresivamente tensionada desde el rol protagónico de los procesos más masivos de nuestro tiempo, como lo son el movimiento feminista y el de la economía popular. En este sentido es importante poder explorar la gravitación real de figuras con capacidad de conducción y representatividad en el masivo -como la de Cristina Fernández- a la vez que reponer en un movimiento autocrítico y constructivo los balances necesarios sobre el rol como opositora al macrismo y las posibilidades de articular o no un proyecto político que supere la experiencia pasada.

El ejercicio del liderazgo no es un puesto más, eso el PRO lo sabe y por eso ha construido tan paciente e inteligentemente la figura de María Eugenia Vidal como referencia cuidada y a resguardo de las maniobras peligrosas. Sin embargo, la brusquedad de las medidas macristas de las que ella es parte y, sobre todas las cosas, las realidades acuciantes en la provincia de Buenos Aires, hacen que su figura comience a desgastarse en una paulatina pérdida de legitimidad.

A su vez, para acompañar estos procesos es imprescindible la superación de la fragmentación del campo popular. Aquí es importante reconocer los puestos de lucha y las posibilidades en roles de representatividad, roles que no serán impecables ni armónicos, pero que pueden determinar condiciones de unidad amplia en la resistencia y expresión popular.

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CONSTRUYENDO FUTURO EN CLAVE FEMINISTA

Disputamos la representación de futuro. Un ejemplo concreto, una escena poco común: una charla-panel con cuatro mujeres de distintos recorridos personales y políticos como Eli Gómez Alcorta, Teresa Rodríguez, Maisa Bascuas y Sol de la Torre, expusieron con mucha claridad diversos aportes vinculados a la actualidad política en la Argentina y lo que consideraban «había que hacer» hacia adelante. Con humildad de escena, se esclarecía en gran parte el modo del liderazgo feminista como capacidad de articulación de ideas en danza.

No es algo tan habitual un panel compuesto en su totalidad por compañeras compartiendo sus ideas y construyendo públicamente línea política. Hay que decir que aun la política posee un contenido masculino hegemónico que genera un sinsabor y una falta de motivación clara. El lugar para «nosotras» no es ganado, es legítimo, es poderoso. La pelea por la igualdad se materializa también en cuanto se corren o no los varones de esos espacios de tener que decir todo o hacer el como si de la claridad que a veces tampoco tienen.

En las distintas intervenciones ellas pudieron construir coordenadas claves para el pensar y el hacer colectivos, planteando preguntas propias, entablando empatía desde la sinceridad de sus argumentos construidos desde la reflexión de la praxis. Atendiendo a la complejidad de una etapa que nos ubica en la incomodidad política como lugar trazado desde donde venimos y en la construcción de un futuro posible y digno, que no sea utopía o mentira macrista.

Construir futuro en claves feministas es saber tejer las alianzas indisolubles del campo popular, es procesar las diferencias con objetivos claros y tolerar las contradicciones sin morir en intentos expositivos. Construir futuro en claves feministas es trazar la territorialidad de los cuerpos movilizados y latentes de movimiento, es darles lugar para no callarse más, resistir y organizarse en la conquista por más derechos.

Construir futuro en claves feministas es dejarnos atravesar por las emociones y poner en acto una mística real, que enfrente al FMI y defienda el costo de nuestras vidas, una mística en la que seamos protagonistas sensibles a la realidad, dejándonos interpelar por ella cada día y por el latido presente de los y las que soñaron el país que nos merecemos los y las argentinas/os.

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(*) Lic. en Psicología. Militante de Mala Junta y Patria Grande . Integrante de Ático – Cooperativa en salud mental.

Esta entrada tiene 5 comentarios

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